La pobreza no puede reducirse si en las familias mexicanas el gasto por servicios de salud aumentó, pues las familias dejan de adquirir bienes indispensables para conseguir atención médica y medicinas.
Fuensanta Pérez Orona
En días recientes, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) hizo públicos los resultados de su informe Medición de Pobreza 2022, en el que da a conocer, según su mismo portal, las estimaciones de pobreza multidimensional.
Este informe destacó que en el periodo 2020-2022, la pobreza a nivel general mostró una reducción al pasar del 43.9 al 36.3 por ciento, lo que se vio reflejado en que 8.9 millones de mexicanos “abandonaran dicha condición” e ingresaran a las líneas mínimas de bienestar, pues aseguran, la población en situación de pobreza pasó de 55.7 a 46.8 millones.
A pesar de estos datos que tanto revuelo han causado en días recientes, es necesario centrar nuestra atención en otros más, y hacer, de ser posible, un análisis de las cifras publicadas, pues ha quedado evidenciado, con el mismo informe, que hoy por hoy existen más personas en el umbral de la pobreza extrema que al inicio del gobierno de la Cuarta Transformación, pues en 2018 eran 8.7 millones de mexicanos en tal situación, y en 2022 la cifra pasó a 9.1 millones. Otro dato que llama la atención es que a pesar de la presunta disminución de la pobreza, en contrapartida, aumentó el índice de personas que no tienen acceso a la salud: en un periodo de cuatro años aumentó en 30.3 millones el número de quienes carecen de estos servicios; al respecto destacan cinco estados cuya población con esta carencia se incrementó: Chiapas pasó del 17.6 en 2018, al 66.1 por ciento en 2022; Oaxaca del 16.3 al 65.7; Guerrero del 13.8 al 52.7; Michoacán pasó del 21.2 al 51.2 por ciento, e Hidalgo, del 14.4 al 50.4; en pocas palabras, más de la mitad de la población de estas entidades carecen de ese servicio.
Sin embargo, ante los datos de que la pobreza disminuye, existen otros que, sin pruritos de suspicacia, mueven a sospecha, y ponen en duda las alegres cifras de la 4T. Doy solo dos ejemplos para ilustrar esto:
En junio de 2022, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) dio a conocer su informe “Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿cómo enfrentar esta nueva crisis?”, en el que reflejó datos que fueron obtenidos a través del mismo CONEVAL, que sitúa a México como el quinto país más pobre de la región, revelando que pasamos de 52 millones de pobres que había en diciembre de 2018 a 58.1 millones en diciembre de 2022, es decir un incremento de 6.1 millones; en este mismo informe la CEPAL advirtió que ante un mayor incremento de la inflación ocurriría, como consecuencia, el aumento de hasta un 2.3 por ciento de la población en pobreza y en un caso extremo hasta un 2.5 millones de mexicanos más.
Y es aquí donde entra nuestro segundo ejemplo. El 8 de agosto de 2022 la televisora alemana Deutsche Welle (DW), transmitió una entrevista con Araceli Damián, doctora en políticas públicas, profesora-investigadora en El Colegio de México, quien afirma que las cifras dadas a conocer por el CONEVAL, “no reflejan toda la realidad”, pues, dice: “la pobreza en México está muy subestimada por los datos oficiales”. Ante ello, la investigadora del COLMEX asegura que mientras la CEPAL habla de 52 millones de pobres en 2018, la realidad es que en México había 90 millones de pobres; esto quiere decir que el 73 por ciento de los mexicanos se encontraban en el umbral de la pobreza. Por lo que, entonces, no es creíble que la pobreza se haya reducido en todo el periodo.
Ahora bien, centrándonos en el panorama nacional, no podemos pasar por alto que la inflación, queramos o no, es un factor que influye en el aumento o recrudecimiento de la pobreza, pues sabemos que a mayor inflación se reduce el poder adquisitivo de las clases populares y aumenta la pobreza; y este es otro aspecto importante a considerar, pues en México, la inflación no solo no se ha mantenido estable, sino que ha aumentado, pues si bien en 2019 y 2020 se registró una disminución al pasar del 4.9 al cierre de 2018, al 3.64 y 3.40, respectivamente, ya para 2021 nos situamos en 5.6 por ciento, y en 2022, en 7.9. No se puede entender, entonces, que a pesar de que incremente la inflación, la cantidad de pobres disminuya; eso es sencillamente contradictorio.
Y otro dato más. La pobreza no puede reducirse si en las familias mexicanas el gasto por servicios de salud aumentó, pues las familias dejan de adquirir bienes indispensables para conseguir atención médica y medicinas. Haciendo un sencillo razonamiento aritmético: el ingreso de las familias mexicanas es igual al salario, menos la inflación, más subsidios o apoyos. Entonces, si hubo más inflación y por otro lado se reduce considerablemente el apoyo en salud, ¿cómo se explica que se haya reducido la pobreza?
Si bien estimado lector ni usted ni yo tenemos la información suficiente para refutar de manera puntual los datos del CONEVAL, sí nos es dado emplear la lógica para advertir las inconsistencias y contrastar lo que se dice con otras fuentes; simplemente digo que los datos oficiales que tanto blasona el presidente, mueven a sospecha, que los datos de este nuevo informe del CONEVAL, como dice Araceli Damián “no reflejan toda la realidad”, y chocan frontalmente con otras estadísticas ofrecidas no hace mucho ¡por la misma institución! y por otras, dirigidas por renombrados expertos, que manejan un riguroso instrumental metodológico. Al menos, pues, queda la duda sobre los “triunfos” de que alardea el presidente, por lo demás, bastante “oportunos”, cuando ha arrancado ya, en los hechos, el proceso electoral de 2024.